Eugenio Regatones
…Y un día me tocó conocer a Eugenio Regatones…
Y un día me tocó conocer a Eugenio Regatones. Mejor imposible, quizás algunos, como
yo, se confundan regaton con el nuevo estilo de música conocido como reggaeton.
Simplemente en la búsqueda de una solución
estética y de conservación para unas patas de unas mesas de metal, fue que esta
nueva palabra y elemento, al menos para mí, pasaron a formar parte de mi vida hasta que la muerte
nos separe.
Guía telefónica en mano y con un sin fin de información disponible dí con el aviso:www.regatones.com.ar. Allí fue cuando
todo recién comenzó.Debajo del aviso suscribía el dato más importante, dónde
quedaba este lugar que tenía tan preciado accesorio de total escasez en las
ferreterías del siglo XXI.
Avenida Boedo 722, barrio mítico de Buenos
Aires.
Hacía allí emprendería el rumbo teniendo que
tomar un colectivo, para posteriormente caminar hasta la línea B de
subterráneos que con sus particulares vagones importados de Japón luce carteles de “prohibido fumar” escritos en
tipografía oriental llevando a cualquier pasajero a pensar si está en Tokio ó
Nueva York . El viaje se desarrollaría más profundamente al tener que realizar
dos conexiones
pasando
por las líneas C y E, siendo esta última la que me dejaría en la mítica calle
del tango porteño.
Al llegar a una galería totalmente desierta y
con a penas tres locales ocupados, una vez más todo sería como en mi vida:
bizarro. El local 27 era mi objetivo, al visualizarlo doy con unos vidrios y puertas
totalmente sucios, tapados con publicidades de aeromodelismo y por encima de
ellos un cartel gigante que decía: aprenda aeromodelismo, toque timbre.
Ese momento sería inolvidable y más aún cuando
después de tocar timbre varias veces sin que nadie me atendese. Ante la
negativa consulté a un kiosquero por la otra dirección que tenía como segunda
opción.
“No flaco, Juan B. Alberdi al 7000, eso es en La Matanza , ¡estás como a
unos 17 kilómetros !,
me dijo con sus manos en alto..”
Ya eran las 13 y el hambre empezaba a atacar pero
volver con las manos vacías no era una opción. De vuelta al local veo a otro
hombre que también estaba en búsqueda de quien más tarde se presentaría como
Larry o Eugenio regatones. Él era el corredor de las páginas amarillas de donde
había sacado el dato, unimos fuerzas y dimos con el multi facético empresario
del barrio del tango.
Larry lucía un a prominente panza, musculosa
finita de color rojo, lentes colgando y una amabilidad poco vista en estos
días. Estaba en el barcito de enfrente donde suele desayunar, almorzar y cenardejando según sus cálculos unos 1000 pesos al
mes.
– Hola, ¿quieren sentarse?, no hay problema
almuercen conmigo, nos dijo.
Mientras Sr. Regaton cortaba pan con sus dos
manos y un bife del ancho de la avenida lindante esperaba ser devorado, su
negocio estaba en funcionamiento y también sus conocimientos generales. Era
afirmativo no sólo se dedicaba a ¨ragatonear¨ sino que sus avisos en la guía
abarcaban clases de aeromodelismo, fletes las 24 horas, electricidad y
asesoramientos para emprendimientos industriales. “Hay que abarcar varios
rubros”, nos afirmó.
“Es que todo comenzó en los puertos de España,
cuando cargaban las bolsas de maíz y algunas se rompían quedando a medias de contenido.
En ese momento aparecían algunos ¨vivos¨, que regateaban un precio por esa
bolsa defectuosa que más tarde venderían a los comercios de su ciudad. Con esos
sobrantes ¨cubrían¨ esos agujeros o faltantes y es por eso que a estos tapones
se los llama regatones”, concluyó Larry
en su etimológica explicación de la palabra que aquel día formó parte de mi
vida.
Luego de degustar la milanesa con papas fritas
más rica, grande y económica de Boedo finalmente nos dirigimos hacia su base de operaciones. Cuando
descendimos unos niveles en la ¨galería fantasma¨, Larry, nos presentó su mundo
diciéndonos que anteriormente este lugar era un micro cine.
“Ahora estoy pasando por la boletería, y vos estás parado frente a los baños y
por allá estaba el proyector”, nos describió sonriente.
Nuestra epopeya regatona llegaba a su momento
culmine cuando con nuestro caño de muestra en mano dimos con la pieza más
buscada del día, media 20 x 40 y encajaba perfectamente. “Si podés antes de
ponerlo hervilos unos segundos, van a entrar más fácil”, nos aconsejó y agregó
“cuando quieras venite y ves una clase de aeromodelismo, todos los días de 18 a 21” .
Sin duda que este personaje tiene más momentos
inolvidables para contarnos, por lo
que no faltará oportunidad para que le realicemos una nueva visita.
Esta nota fue redactada en 2007
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